Al Sharpton, un ministro baptista muy conocido, ha dado una charla interesantísima y muy crítica de la iglesia por su pasividad total sobre ciertos temas de interés público mientras mantienen frentes muy activos sobre otros temas irrelevantes.

Hay algo inmoral y enfermo en usar todo ese poder para entrar en las habitaciones de la gente en nombre de Dios y no en terminar con la violencia y la pobreza

Me sorpendo cuando miro a California y veo iglesias que no tuvieron nada que opinar sobre la violencia policial, nada que decir cuando le dispararon a un joven negro mientras tenía las esposas policiales puestas, nada que decir cuando se eliminó la discriminación positiva, nada que decir cuando la gente se estaba quedando en la pobreza, pero que sin embargo estaban organizándose y movilizándose para evitar que un adulto pudiese elegir a su pareja.

La razón por la que escribo este post es porque me ha recordado a una situación muy similar:

Poner un “probablemente Dios no existe” en unos autobuses ha destapado el frasco de las esencias (no se ha abierto una caja de Pandora, porque ahora ya la Iglesia no controla directamente ni el estado ni a los militares, en otros tiempos ya iban a haber visto lo que pasaba). Mira: antes había que ser Leo Bassi y sufrir las amenazas y las arbitrariedades de tanto munícipe meapilas; o meter un cristo en el horno y esperar que te montaran un mogollón. Mientras tanto, los chicos de maxifaldas siguen llevándose todo euro que pillan para sostenimiento de sus justísimas causas (entre ellas la canonización de miles de mártires de la guerracivil), montando manifestaciones en las que intentan imponer sus ideas en contra de los derechos humanos y de hecho en contra de lo que esta sociedad ha decidido democráticamente, llamando al odio y a la violencia contra quienes no comulgan con sus ruedas de molino de antropología bíblica. Y, por supuesto, disfrutando de las prebendas que emanan de un acuerdo predemocrático, pero sobre todo antidemocrático, que les permite seguir regulando la educación, y hasta que se les permita colocar su librote y su logotipo en la mesa en la que se comprometen los cargos del gobierno. Eso sí que es penetración en lo social, en lo visual y en lo sexual incluso.

 

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